Ambos son herramientas que pueden suponer una gran ayuda para el inversor a la hora de tomar decisiones sobre su cartera. Sin embargo, tienen sus pros y sus contras, y es importante conocerlos, más si cabe, en una coyuntura tan volátil como la actual.
A lo largo de sus casi noventa años de vida, Benjamin Franklin hizo prácticamente de todo: fue editor e impresor de periódicos en Filadelfia; se convirtió en embajador en Francia; inventó objetos tan utilizados como el pararrayos, las lentes bifocales o la estufa; y, por si fuera poco, tuvo tiempo para ser uno de los Padres Fundadores de EE.UU. durante la segunda mitad del siglo XVIII. Además de todo ello, tuvo tiempo para investigar los mercados financieros, llegando a conclusiones tan clarividentes como que “si se quiere ser rico, no hay que aprender solo a saber cómo se gana, sino, también, cómo se invierte” o que “invertir en conocimiento es lo que produce siempre los mejores beneficios”. En este sentido, a la hora de analizar las bolsas y los valores que concurren en ellas, desde hace tiempo dos metodologías compiten para ver quién los evalúa mejor: la del análisis fundamental y la del análisis técnico.
Análisis fundamental: una apuesta por la lógica
El análisis fundamental tiene como principal objetivo estudiar el valor intrínseco de un activo, fijándose, para ello, en todos aquellos factores que podrían influir en su precio a futuro. Para lograrlo, se evalúan todos los hechos e influencias externas, los estados financieros y las tendencias industriales. Cuenta con dos herramientas clave para llevarse a cabo con éxito: el análisis descendente, que se fija en el mercado a nivel general, para, más adelante, examinar un sector determinado y finalizar en la observación particular de una compañía. En el extremo opuesto, el análisis ascendente, que consiste en el proceso inverso, yendo desde una entidad específica hasta, de una manera más holística, considerar todos aquellos aspectos que influyen en el precio de un activo.
El análisis fundamental evalúa el valor intrínseco de un activo, estudiando todos los factores que podrían influir en su precio a futuroLa gran ventaja del análisis fundamental es que, como pretende entender en toda su magnitud el valor real de un activo, proporciona a los inversores una visión del mercado a largo plazo, y permite establecer comparaciones entre resultados, por ejemplo, evaluando si lo que se está pagando por una determinada acción en la actualidad es caro o barato, e intentando proporcionar pistas sobre cómo se puede beneficiar un ahorrador en los vaivenes de las cotizaciones. Además, al basarse, principalmente, en la observación de los datos financieros, facilita que se puedan tomar decisiones racionales sin hacer más caso de lo necesario a los sesgos personales, algo que, en época de volatilidad en los mercados, como viene ocurriendo desde el estallido de la crisis sanitaria global por el coronavirus, puede contribuir de manera decisiva a realizar una gestión exitosa de una cartera de inversión.
Entre sus principales hándicaps cabe citar que se trata de un proceso complejo y que requiere de mucho tiempo al implicar distintos factores, lo que puede hacer que, para muchos inversores, resulte demasiado complicado de realizar. Además, al estar basado en el conocimiento a largo plazo del mercado, no es el camino más aconsejable para la toma de decisiones rápidas, ya que, para este tipo de vicisitudes, es mucho más apropiado el análisis técnico. De ahí que muchas gestoras y especialistas estén optando por este último ante el actual panorama de incertidumbre que ha inundado la mayoría de bolsas mundiales.
Análisis técnico: la agilidad en la toma de decisiones
Si mediante el análisis fundamental se trata de analizar distintas fuentes de información, algunas de ellas ajenas a los movimientos de precio del propio activo, en el técnico la clave para obtener valor está en los gráficos. Gracias a esto, se puede evaluar cualquier tipo de mercado, no solo referido a las acciones, sino, también, por ejemplo, a los derivados o a las materias primas. Su principal cometido es predecir la evolución que va a tener la cotización de un activo basándose en el comportamiento que ha experimentado en el pasado. Es decir, que se limita a estudiar hacia dónde se dirigirá su precio en el futuro, sin detenerse a estudiar su valor o si está caro o barato.
El análisis técnico, desarrollado por Charles Henry Dow poco antes de finalizar el siglo XIX, suele incluir una parte gráfica, que incorpora las figuras y las tendencias que se van dibujando a lo largo de un periodo de tiempo, y otra matemática, en la que se pretende automatizar y objetivar el análisis de los movimientos en los precios mediante distintos cálculos que, posteriormente, se reflejan en una serie de indicadores, como el ADX, el RSI o el MACD. Con la información que se extrae del precio de un activo y de su volumen negociado, se construye todo el conocimiento futuro sobre un valor.
El análisis técnico intenta predecir la evolución que va a tener la cotización de un activo basándose en su comportamiento en el pasadoQuizá el gran problema que tiene es que está pensado para mercados muy líquidos, en donde ningún operador tiene un poder dominante sobre el resto, y en el que, por lo tanto, hay muchas operaciones de compra y de venta, lo que determina que, al final, el precio es el principal condicionante del mismo. De ahí que requiera, antes de llevarse a cabo, evaluar previamente si el mercado tiene la suficiente liquidez o si, por el contrario, existe algún inversor que está acaparando la mayoría de las operaciones que se realizan.
Entre sus grandes ventajas, cabe destacar que, al ser mucho más ágil en su realización que el análisis fundamental, permite a los inversores poder tomar decisiones con mayor rapidez sobre potenciales oportunidades que surjan, basándose, para ello, en la premisa de que los mercados son más psicológicos que lógicos, por lo que resulta imprescindible intentar anticiparse al comportamiento de los demás participantes.
Utilizar lo mejor de cada uno durante la crisis
Existen muchos especialistas que procuran combinar ambas herramientas para evaluar si una inversión es atractiva o no. Para ello se basan en algunos preceptos clave, como que solo se debe invertir en empresas que se espera que vayan a tener un crecimiento en los próximos años por encima de la media, no pagar más por una acción que su valor intrínseco de mercado o identificar activos cuyo crecimiento previsto sea equivalente a los crecimientos generados en el pasado.
Tras el estallido de la pandemia global por la COVID-19, las bolsas de todo el mundo se vieron sumidas en una espiral de volatilidad, que ha obligado a los inversores a, por un lado, estudiar y, muy probablemente, rebalancear sus carteras para amoldarse a la nueva coyuntura, y, por el otro lado, a intentar no tomar decisiones basándose solo en parámetros emocionales, para lo que el asesoramiento de los expertos resulta muy importante. En este sentido, y de cara a identificar potenciales oportunidades que suelen surgir con mayor recurrencia en momentos de incertidumbre, el análisis técnico puede jugar un rol clave para anticipar y pronosticar hacia dónde se dirigirá la cotización de determinados valores y, poder, con ello, determinar su compra o no, acortando los riesgos intrínsecos que supone llevar a cabo una inversión.
Sin embargo, las fluctuaciones en los precios invitan, también, a actuar con mayor precaución de lo habitual y pensar en el largo plazo para evitar llevarse sorpresas desagradables, y es en este punto en el que el análisis fundamental tiene mucho sentido, por más que los factores externos en una época de recesión pueden ser más impredecibles que en otros momentos del ciclo económico.
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